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Tal y como se esperaba, las elecciones generales del 20 de noviembre supusieron el triunfo de la derecha explícita representada por el Partido Popular. Y decimos derecha explícita pues, el Partido “Socialista Obrero” (Sic.) Español representa también con sus políticas a la derecha, los intereses de la gran burguesía y la banca, hoy llamada mercados. Y aunque la política económica de ambos partidos apenas difiera, a la hora de analizar los resultados electorales, no hay que olvidar que buena parte del electorado sigue identificando las dos formaciones de la derecha española como “izquierda” y “derecha”, por lo que, gracias a la desinformación y la manipulación, parte de los votantes del PSOE se consideran a sí mismo de izquierda.
Las políticas que va a aplicar el PP, como buen partido de derecha, y siguiendo los dictados de Goldman Sach, van a suponer unos mayores recortes sociales, en servicios básicos como sanidad (con el temido copago) y educación, pero también en ayudas a desempleados, disminuciones salariales, pérdida de derechos para la mayoría trabajadora. Pero no podemos caer en la derrota, debemos luchar y hacer frente a esos ataques contra la mayoría de la población, las elecciones son sólo un frente más de lucha, en el día a día, debemos trabajar para evitar que esas brutalidades se hagan efectivas.
Ahora bien, ante el aparente avance del voto de derechas, nos damos cuenta de que esta mayoría absoluta del PP se da, paradójicamente, con una cantidad de votos inferior a la mayoría simple obtenida por el PSOE en las elecciones generales del 2008. La ley electoral hecha a la medida de los grandes partidos permite que, con el 44% de los votos se obtenga la mayoría absoluta (y el 31,57 % del electorado). Efectivamente, la ley electoral beneficia únicamente a los dos grandes partidos, pese a que algunas manipulaciones la señalen como beneficiosa para los nacionalismos periféricos (de hecho, en muchas convocatorias, los partidos nacionalistas periféricos obtienen menos representantes de los que les corresponderían, como pasó en esta convocatoria con ERC y BNG). Es decir, resulta absurdo medir cuánto le cuesta un diputado a cada partido, en general, cuando no todos los partidos se presentan en todas las circunscripciones, y cuando un diputado por Madrid no cuesta los mismos votos que un diputado por Soria.
Podría llegarse a la conclusión de que, en realidad, el PP no ganó estas elecciones, sino que fue el PSOE quien las perdió. Así, tuvo lugar una subida general del voto a partidos de izquierda como IU o, en el caso de Euskal Herria, el triunfo de Amaiur. Todo eso con una ley electoral destinada a limitar el pluralismo político al imponer la recogida de avales para poder presentar candidaturas.