Wednesday, April 20, 2011

Identidad rebelde


Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pié derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
Eduardo Galeano.

Identidad. Una palabra que con tanta frecuencia utilizamos y, sin embargo, apenas alcanzaríamos a definir bien su significado. Oímos hablar de identidad y enseguida se nos viene a la cabeza la imagen de una pintadera, una espiral o una zeta amazigh. ¿Tiene eso sentido? ¿Qué es la identidad?

La identidad, al menos en el sentido en el que solemos usarla, podría definirse como todo el conjunto de símbolos y valores por los que una persona se “identifica” como miembro de una colectividad más amplia. El ser humano es social por naturaleza, las colectividades o conjuntos de personas que interactúan desarrollan todo un conjunto de elementos comunes. No hay que confundir la identidad con la cultura, la cultura son todos aquellos elementos, que abarcan numerosos aspectos de la realidad, y que son comunes a una colectividad humana determinada, surgiendo en un contexto social, material, histórico y geográfico determinado. Tampoco hay que confundir la identidad con la conciencia, por ejemplo, la conciencia de clase, por la cual las personas perciben el lugar en el que se encuentran dentro de una realidad social determinada, lo cual no implica que la mera existencia de esa realidad social implique la aparición de dicha conciencia. La identidad supone algo mucho más subjetivo, pues las identidades pueden ser múltiples. Desde el poder se pueden llegar a utilizar determinados símbolos identitarios, como un determinado equipo de fútbol, para ejercer un dominio sobre la población, impidiendo que el poder y el modelo económico y social vigentes sean cuestionados y favoreciendo que la población se identifique con ese poder que los subyuga, con el patrón, con la burguesía, con la corona, con el gobierno, con el Estado español...

Frente al uso de una identidad para el dominio por parte del poder, nosotros, los insumisos, los inconformes, debemos responder con una identidad rebelde, revolucionaria, que cuestione el dominio al cual estamos sometidos. Y ese es el significado que debe tener para nosotros la Ruta Bentejuí. La reivindicación de nuestros antiguos, de quienes se resistieron al invasor, es una reivindicación identitaria con un fuerte potencial revolucionario, pues es un rechazo evidente al imperialismo y al colonialismo, y un canto a la libertad de los pueblos.

Sí, la Ruta Bentejuí es un acto político. Y precisamente debemos reivindicar ese carácter explícitamente político y rebelde, para evitar que quede finalmente en el mero “folclorismo” mal entendido, pues entonces sí correría el riesgo de que se convirtiera en un instrumento del poder, pues este sabe muy bien como usar la propaganda y el adoctrinamiento de modo que no parezca propaganda y adoctrinamiento. En estos momentos el poder utiliza en su propio provecho los símbolos antaño rebeldes, ya que una espiral o una pintadera, de por sí, no significan hoy nada. Démosle contenido. También la Ruta Bentejuí supone una reivindicación del medio natural en el que vivimos, de la naturaleza, algo imprescindible ante la destrucción de nuestra tierra, asolada por un modelo económico en beneficio de unos pocos, además de ecológicamente insostenible, acabando con nuestro futuro. No se trata del simplón conservacionismo de reivindicar la hierbita, ni de atacar a los cabreros acusándolos falsamente de acabar con nuestra flora mientras al lado se construyen urbanizaciones y autopistas. No olvidemos que el paisaje también es antrópico. Se trata de luchar contra la mercantilización de la naturaleza. Se trata de buscar otro tipo de relación del ser humanos con el medio.

Venimos gentes de distintas islas. Desde La Palma, la isla de otro rebelde, Tanausú (y también de otros rebeldes como José Miguel Pérez) saludamos a los compañeros de Gran Canaria con motivo de la Ruta Bentejuí, esperando que esta no pierda su carácter rebelde, reivindicando a “los nadie” de los que habla Galeano. Para que nos convirtamos en “alguien”.

Dailos González Díaz.
En Argual (Valle de Aridane, Benahoare, a 18 de abril de 2011).

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