El postmodernismo termina siendo, en realidad, un materialismo al revés, una reacción que cae en sus vertientes más extremas en un determinismo del discurso, más que post-estructuralismo es estructuralismo virado boca abajo, encontrándose en un callejón sin salida que desemboca, normalmente, en el idealismo o, en alguna ocasión, incluso en el positivismo. Se deja de lado la dialéctica entre la experiencia concreta (que nunca es individual, se da en un marco social determinado) y el discurso. La relación no es determimista, de hecho, es el discurso el que es dotado de significado a partir de la experiencia, no la experiencia a partir del discurso.
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