Monday, November 27, 2017

Marx, el progreso y le ecología

El marxismo clásico tenía una visión evolucionista de la historia y una fe en el progreso inevitable de la sociedad que hoy en día están en cuestión. De hecho, buena parte de los debates, errores y dudas surgidos en los distintos procesos de cambio tiene que ver con esto. Así se consideró que determinados territorios tenían primero que desarrollarse en el sentido capitalista antes de cualquier intento de cambio, despreciando ciertas costumbres comunitarias campesinas por considerarlas un resto de las formas precapitalistas de producción, y en algunos casos llegando a justificar expansiones capitalistas porque estas, supuestamente, traerían el progreso a regiones atrasadas, permitiendo que en estas se desarrollaran las condiciones para el surgimiento de movimientos que propugnaran el cambio hacia una sociedad postcapitalista.

Lo mismo ocurre con esa exaltación de la industrialización, de una agricultura extensiva/intensiva, y toda una serie de elementos, muy presentes en toda la iconografía de los países del este, tanto en escudos oficiales como en cartelería (y no sólo, incluso en algún cartel electoral del PSOE en la transición), pese a los evidentes riesgos ecológicos que suponía. Se identificaba la industria tanto con la clase obrera (y el carácter transformador de su actividad) como con el progreso científico, social y económico. Ello no quería decir que las condiciones de vida en las ciudades industriales se viesen de un modo positivo, de hecho, buena parte de las movilizaciones y reivindicaciones estaban orientadas a la mejora de la calidad de vida en esos lugares, acabando con situaciones de insalubridad tanto en la vivienda como en el lugar de trabajo.

Cartel del PSOE en las elecciones de 1979. Observese la presencia de fábricas humeantes.


Sin embargo, también encontramos en Marx algunos textos que van en otra dirección, y destaco este fragmento, muy bonito, que aparece en El Capital. Sería un anacronismo calificarlo de ecologista, pues en esos momentos no existía el ecologismo, pero resulta de gran interés de cara a plantear una nueva relación del ser humano con el territorio.

«Desde el punto de vista de una organización económica superior de la sociedad, el derecho de propiedad de ciertos individuos sobre determinadas partes del globo parecerá tan absurdo como el de un individuo sobre otro. Toda una sociedad, una nación, y aún todas las sociedades contemporáneas juntas, no son propietarias de la tierra. Sólo son sus usufructuarias, la disfrutan y deben legarla a las generaciones futuras después de haberla mejorado»

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