Sunday, May 18, 2014

Venezuela y la desinformación

Mucho se habla de Venezuela últimamente desde los medios de comunicación. Sin embargo, en este fenómeno ya demasiado común en este siglo XXI, cuanto más se trata este tema, más desinformación existe entre el público y la población. Poniendo como ejemplo un paralelismo, que no es cuestión baladí, acabamos de ver cómo se ha justificado la toma del poder por parte de grupos neonazis en Ucrania como si fuera un acto democrático, un fascismo que ha contado con el visto nuevo de la Unión Europea.

De este modo, buena parte medios de desinformación se encuentran vinculados a determinados intereses empresariales relacionados con las oligarquías que, históricamente, rigieron los destinos de América Latina en su papel de lumpenburguesía, esto es, aquella que ocupa una posición dependiente con respecto al capitalismo imperialista de los países centrales, donde se dan los principales procesos de acumulación. Lumpenburguesía que, si bien obtenía su nada desdeñable parte del pastel imperialista, poco hacía por el desarrollo no dependiente de sus territorios periféricos, dándose casos de desigualdad extrema en el seno de esas sociedades. Cuando, en un momento dado, esos sectores oligárquicos temen perder sus privilegios por las acciones de gobiernos progresistas, entran en cólera y montan toda una campaña de verdadera desestabilización. Así, la oposición venezolana está utilizando exactamente las mismas tácticas que las usadas por los pinochetistas que destruyeron el gobierno democrático de Salvador Allende en Chile.

Lo más estrambótico es que se llegue a presentarnos como si fuese una dictadura uno de los procesos profundamente democráticos más interesantes de América Latina, la Revolución Bolivariana. Y para presentarnos la situación como si de una dictadura se tratase se nos miente descaradamente hablando de supuesta censura y restricciones a la libertad de expresión cuando la práctica totalidad de los medios de los medios de comunicación están lanzado, a diario, duros ataques al gobierno bolivariano. Se nos miente hablando de un supuesto empobrecimiento de Venezuela cuando desde el inicio de la Revolución Bolivariana ha habido un crecimiento continuo económico en dicho país, salvo el lapso 2008-2009 y, no sólo eso, sino que ese crecimiento en términos macro ha ido acompañado por una reducción de las desigualdades sociales y del porcentaje de población por debajo del umbral de la pobreza, según datos de la CEPAL y la ONU. Además, gracias a programas como "Yo sí puedo" se logró reducir drásticamente la tasa de analfabetismo en ese país, misiones como Barrio Adentro han llevado la atención médica a ranchos y cerros donde, hasta ese entonces, no habían contado con ella. Incluso, mientras en el Estado español estamos sufriendo políticas de desprotección social a trabajadores y trabajadoras, en Venezuela se han impulsado políticas de aumento del salario mínimo por encima de la inflación, de protección de trabajadores y trabajadoras ante despidos, o incluso un salario para las amas de casa que no cuenten con trabajo fuera de su hogar. A esto hay que añadir los consejos comunales como medida de democracia participativa o políticas destinadas a garantizar la alimentación de la población pues, acreditado por la FAO, se ha reducido el hambre en Venezuela.

Esto contrasta con la paradoja de que las protestas por desabastecimiento sean protagonizadas precisamente por las poblaciones de los barrios más ricos de Venezuela, observándose incluso una diferenciación étnica entre los sectores bolivarianos y los sectores opositores (entre los opositores existe un predominio de población blanca e, incluso, rubia, cuando la mayoría de la población es negra o mulata). Esto recuerda en demasía a los "desabastecimientos" provocados por la oposición en el caso chileno, donde las oligarquías se "levantaron" contra el gobierno democrático de Salvador Allende inventando, de paso, las "caceroladas". Desabastecimiento que, en el caso chileno, era provocado por almacenes y familias oligarcas que acaparaban los productos, pero que, en el caso venezolano, hay que atribuirlo al papel que juega la principal empresa alimentaria del país, Polar, propiedad, casualmente, de la familia Capriles. 

Mientras, en occidente, difundimos vídeos o fotos manipuladas donde presentan como hechos acaecidos en Venezuela imágenes correspondientes a otros países; u ocultan las muertes de partidarios del gobierno democrático de Nicolás Maduro a manos de los sectores más violentos de la oposición. Mientras, en el Estado español músicos como Pablo Hasél son juzgados por el contenido de sus letras o, más recientemente, veinte personas son detenidas también en la democrática España por sus opiniones en twitter. Mientras, en Colombia, con la aquiescencia del gobierno colombiano que, en época del predecesor de Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe, fue responsable de decenas de miles de asesinatos políticos perpetrados por el ejército o fuerzas paramilitares. Pero de eso no se habla, y menos en Canarias, donde el gobierno está más preocupado por defender los intereses de grandes terratenientes de origen canario afectados por la Ley de Tierras.


Hay quienes llaman a la oposición venezolana a seguir el ejemplo de Ucrania, donde la ultraderecha tomó el poder, y no pasa nada. Pero si yo llamara a Canarias a seguir el ejemplo de la Revolución Bolivariana podría recibir una lluvia de insultos. En realidad cada territorio debe vivir los procesos de acuerdo a sus propias características, y Canarias deberá llevar adelante su propio proceso contra las oligarquías que nos dominan. Pero antes es preciso hacer frente a la tormenta de calumnias, mentiras y desinformación sobre lo que ocurre realmente en países hermanos.  

Dailos González Díaz

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