Friday, March 23, 2018

La batalla por los consensos

Estoy leyendo con preocupación comentarios por parte de gente de izquierda que sostiene que las luchas feministas o LGTBiQ han sido domesticadas por el sistema o por el capitalismo o, peor aún, la versión conspirativa de que esas reivindicaciones son una creación o han sido fomentadas por el propio sistema para desviarnos "de las luchas realmente importantes". Sobre esta segunda versión, la de la conspiración, no merece la pena que nos detengamos porque cae por su propio peso, peso sí quisiera centrarme en la primera.

Reglexionemos. ¿El capitalismo realmente domesticó esas luchas o reivindicaciones o es que determinadas luchas o reivindicaciones han tenido éxitos parciales? Pensemos no ya en la lucha feminista, sino en algo más clásico, en el movimiento obrero, y los triunfos en cuanto a jornada de trabajo, derecho a huelga, etc. que durante muchos años ni siquiera podían ser cuestionados, lo mismo que determinadas cuestiones del estado del bienestar. Es cierto que esos triunfos tuvieron lugar en un contexto geopolítico e histórico determinado, pero sin el empuje de los movimientos de la clase obrera hubiera sido imposible incluso la democracia liberal tal y como la conocemos. Volvamos a tiempos más recientes y pensemos en el matrimonio entre personas del mismo sexo, que a día de hoy el PP ni se atreve a cuestionar cuando se opuso en su día al mismo. Y la situación impensable hace décadas de que sectores conservadores y democristianos apoyen hoy algo como eso. Yo creo que la clave está en la batalla por los consensos, lo que es cuestionable y lo que no, determinados derechos sociales antes eran incuestionables, se había logrado establecer un consenso y la derecha tragar con ellos, pero ahora han perdido ese carácter y al no estar dentro del consenso (hablo todo el rato de consenso social, no político del "espíritu de la transición" ), han podido cercenar esos derechos antes incuestionables. Por eso la democracia cristiana de los años 60, en política económica, podía defender cuestiones que hoy son consideradas de "izquierda radical", pues el consenso en esa materia, a diferencia de los temas de género, ha girado, desgraciadamente, hacia la derecha.

De hecho, el eje izquierda - derecha, como bien es sabido, es un eje móvil. El lugar donde ubiquemos ese eje, es decir, el establecimiento de "consensos", o dicho de otro modo, la disputa del "sentido común", es lo más importante. Si el feminismo o la lucha LGTBiQ ha logrado establecer sus ejes y hacer que ciertas cuestiones sean asumidas como de sentido común, incluso por sectores que jamás nos hubiésemos imaginado que lo harían, ha sido gracias a su lucha, no a que sean un supuesto instrumento del poder. De lo que se trata es que desde la lucha obrerista se impongan también los ejes propios de tales aspectos, que nuevo "sentido común" donde cuestiones básicas no sean cuestionadas, el socialismo sólo se podrá construir si se logra un consenso socialista, donde izquierda y derecha sólo sean matices con respecto al tipo de socialismo, y los posicionamientos capitalistas sean sólo excentricidades. Ahora mismo los excéntricos serían los comunistas, por eso hasta la tontería más moderada es considerada de extrema izquierda.

Por último. ¿Qué es más destructivo para el sistema? ¿Integrar reivindicaciones de las clases subalternas? ¿O negarlas agudizando las contradicciones del sistema? Lo segundo es la teoría de "cuanto peor, mejor", y ya ha demostrado que fracasa.

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