Tuesday, November 11, 2014

Las PYMEs y sus matices

Dailos González Díaz


Existe una extraña tendencia del trabajador autónomo o de las personas que llevan un pequeño negocio a identificarse a sí mismas como empresarios y, no sólo eso, sino identificar sus intereses como los que pudiera tener Amancio Ortega o cualquier empresa del IBEX 35 o las representadas por la CEOE. Tanto más es preocupante cuando algunos llegan a culpar de sus problemas no a determinadas cargas impositivas, alquileres, etc. sino a unos supuestos "privilegios" de trabajadores o trabajadoras. Así vemos cómo, precisamente cuando más derechos laborales ha perdido la clase trabajadora y peor es su situación, una gente que no es dueña de ninguna multinacional, y cuya situación económica no es tampoco para tirar voladores, defendería eliminar salarios mínimos, seguridad social y pagar un sueldos de miseria.

El sistema ha sabido jugar muy bien su baza, no debería escapársenos que los intereses de quien tiene un pequeño comercio no son ni serán los mismos que quienes tienen una cadena de supermercados o centros comerciales. A todo esto está la tramposa categoría de las PYMES. Digo tramposa porque una empresa con 149 personas empleadas es considerada una mediana empresa ¿acaso es igual la situación de dicha empresa con la de un bar o tienda con tres o cuatro personas trabajando, incluida la dueña de dicho negocio? Y quien hace la ley, hace la trampa, así muchas grandes empresas subdividen su negocio en varias "pymes" para evitar, entre otras cosas, que los trabajadores y trabajadores puedan agruparse en sindicatos y defender mejoras laborales.

De todos modos, siempre se ha dicho que la mayoría de las empresas en el Estado español son PYMEs, concretamente un 99,88%. La inmensa mayoría, como puede observarse, pero pocas veces suele hablarse de que. en realidad, la mayoría entraría dentro de una categoría aún menor que es la de microempresa, es decir, aquellas que cuentan entre 0 y 9 personas empleadas, que suponen un 95,5% del total de empresas. A esto hay que añadir trabajadores y trabajadoras autónomos que trabajan por sí mismos su negocio sin ningún personal contratado que, estando registrados como empresarios, sus condiciones laborales no se diferencian sustancialmente a las de cualquier trabajador asalariado. Debería entonces hablarse en términos apropiados para comprender la verdadera realidad del asunto.

También se observa, desgraciadamente, y los datos del CIS así lo atestiguan, una tendencia hacia el conservadurismo o, incluso, el ultraconservadurismo, entre las personas dueñas de una PYME o una microempresa, es decir, la pequeña burguesía, aquella clasificada por el CIS bajo la categoría de "viejas clases medias". No hablo únicamente en el sentido de opciones electorales, sino también en posicionamientos antes cuestiones concretas en el terreno político, económico, cultural y moral. Por poner un ejemplo, es en este sector donde encontramos, por lo general, posturas de mayor cerrazón, rozando en ocasiones el racismo, hacia la inmigración. De hecho, históricamente, y ese es el gran temor, la pequeña burguesía fue uno de los grandes sostenedores de los movimientos fascistas, al llegar más fácilmente este discurso a este sector. Por alguna razón, unas personas cuyas condiciones de vida e intereses se acercarían más a los de cualquier trabajador o trabajadora que a los de un gran empresario se identifican más con estos últimos. Y, antes de nadie se lleve las manos a la cabeza, aclaro que estoy hablando de tendencias, no que la totalidad del pequeño empresariado sea así.

La cuestión explicaría, en parte, esa tendencia al conservadurismo que puede observarse en la Isla de La Palma, con un predominio de la pequeña propiedad tanto en negocios como agrícola, esos miedos al cambio.

Finalmente una reflexión. Si hay menos de 4 millones de empresas activas en el Estado español (de las cuales, ya dijimos, la inmensa mayoría son microempresas,), viviendo 40 millones de personas de las cuales, la mayoría, son trabajadores y trabajadoras asalariados ¿por qué el discurso político, incluido el de la izquierda, se centra más en el empresariado que en los trabajadores asalariados? ¿por qué la mayoría de la población ha quedado desplazada del discurso político, abandonada a su suerte? Claro, cualquiera que hable de trabajadores y trabajadoras podrá ser acusado de tener un discurso heteróclito y desfasado, mientras que quien hable de emprendimiento o coaching quedará más cool. Curiosos, o no tan curiosos tiempos. 

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